Una vuelta de rosca al monocultivo
Los cultivos de cobertura serían la clave para disminuir la degradación de los suelos y mantener la producción continua de soja.
Ensayos conducidos desde 2006 en lotes con más de veinte años de agricultura continua y varios años de monocultivo de soja, demostraron que incorporar diferentes especies invernales permite aumentar los rindes casi un 8% en granos de la oleaginosa.
“Se registraron incrementos de 315 kilogramos por hectárea en soja sembrada sobre vicia sativa”, expresó Julia Capurro, del INTA Cañada de Gómez –Santa Fe–, para quien “en la soja sembrada sobre distintos cultivos de cobertura como avena sativa, vicia sativa y trigo, los rendimientos se mantuvieron estables en comparación con testigos”.
Los cultivos de cobertura aumentan el aporte de carbono, disminuyen la pérdida de nitratos y permiten mantener elevadas tasas de infiltración del agua de lluvia. “Más cobertura disponible disminuye la amplitud térmica del suelo, lo que se traduce en menos pérdida de agua por evaporación”, explicó la especialista.
Según Capurro, los resultados de biomasa aérea de los cultivos de cobertura y el rendimiento de grano de soja, tuvieron claramente un pronunciado efecto del año, caracterizado por las temperaturas medias y las lluvias registradas.
“Hoy por hoy, los sistemas productivos han evolucionado hacia el monocultivo en base a soja”, dijo. En numerosos establecimientos agrícolas del Sur de Santa Fe, al igual que en otras áreas de la región pampeana, se practica el monocultivo de soja que “aporta residuos de cosecha escasos y poco perdurables”, indicó Capurro.
Durante las distintas campañas evaluadas, se registraron producciones de biomasa aérea de los distintos cultivos de cobertura que fueron desde 3.163 hasta 8.518 kilogramos de materia seca por hectárea, según especie y año evaluado.
Esta cobertura, luego de su descomposición, incrementa los stocks de materia orgánica de estos suelos. De allí la relevancia de los cultivos de cobertura en la calidad biológica, química y física de los suelos.
El año en que la soja rindió más sobre vicia, el cultivo “mantuvo sus hojas verdes un mayor número de días –una semana más–, lo que implicaría un período más largo de acumulación de materia seca y, por lo tanto, una mayor producción de granos”. De allí se desprende la “necesidad de nitrógeno” de los suelos.
La problemática se agrava en áreas onduladas, donde un porcentaje importante del agua de las lluvias de primavera se pierde por escurrimientos superficiales hacia las zonas más bajas de los lotes, llevándose los escasos residuos remanentes. Así, la soja sembrada a continuación emerge en suelos casi descubiertos.
Por esto, como asegura el trabajo, la incorporación de cultivos de cobertura es la alternativa para incrementar el aporte de residuos en sistemas de agricultura continua con alta participación de soja.
nota inta
Ensayos conducidos desde 2006 en lotes con más de veinte años de agricultura continua y varios años de monocultivo de soja, demostraron que incorporar diferentes especies invernales permite aumentar los rindes casi un 8% en granos de la oleaginosa.
“Se registraron incrementos de 315 kilogramos por hectárea en soja sembrada sobre vicia sativa”, expresó Julia Capurro, del INTA Cañada de Gómez –Santa Fe–, para quien “en la soja sembrada sobre distintos cultivos de cobertura como avena sativa, vicia sativa y trigo, los rendimientos se mantuvieron estables en comparación con testigos”.
Los cultivos de cobertura aumentan el aporte de carbono, disminuyen la pérdida de nitratos y permiten mantener elevadas tasas de infiltración del agua de lluvia. “Más cobertura disponible disminuye la amplitud térmica del suelo, lo que se traduce en menos pérdida de agua por evaporación”, explicó la especialista.
Según Capurro, los resultados de biomasa aérea de los cultivos de cobertura y el rendimiento de grano de soja, tuvieron claramente un pronunciado efecto del año, caracterizado por las temperaturas medias y las lluvias registradas.
“Hoy por hoy, los sistemas productivos han evolucionado hacia el monocultivo en base a soja”, dijo. En numerosos establecimientos agrícolas del Sur de Santa Fe, al igual que en otras áreas de la región pampeana, se practica el monocultivo de soja que “aporta residuos de cosecha escasos y poco perdurables”, indicó Capurro.
Durante las distintas campañas evaluadas, se registraron producciones de biomasa aérea de los distintos cultivos de cobertura que fueron desde 3.163 hasta 8.518 kilogramos de materia seca por hectárea, según especie y año evaluado.
Esta cobertura, luego de su descomposición, incrementa los stocks de materia orgánica de estos suelos. De allí la relevancia de los cultivos de cobertura en la calidad biológica, química y física de los suelos.
El año en que la soja rindió más sobre vicia, el cultivo “mantuvo sus hojas verdes un mayor número de días –una semana más–, lo que implicaría un período más largo de acumulación de materia seca y, por lo tanto, una mayor producción de granos”. De allí se desprende la “necesidad de nitrógeno” de los suelos.
La problemática se agrava en áreas onduladas, donde un porcentaje importante del agua de las lluvias de primavera se pierde por escurrimientos superficiales hacia las zonas más bajas de los lotes, llevándose los escasos residuos remanentes. Así, la soja sembrada a continuación emerge en suelos casi descubiertos.
Por esto, como asegura el trabajo, la incorporación de cultivos de cobertura es la alternativa para incrementar el aporte de residuos en sistemas de agricultura continua con alta participación de soja.
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