Los economistas k discuten la conveniencia de volver a tomar deuda
En un encuentro organizado por Aeda, el ministro de Economía bonaerense, Alejandro Arlía, afirmó que “la etapa que viene” demandará regresar a los mercados internacionales para financiar el desarrollo. Lo respaldó Miguel Bein, pero el titular de Aeda, Matías Kulfas, advirtió que es un riesgo volver a endeudarse.
“Ninguna familia, empresa o Estado puede desarrollarse sin endeudarse”, afirmó suelto de cuerpo el ministro de Economía bonaerense, Alejandro Arlía, ante el público que esta noche desbordaba el impecable salón de actos de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.
Es que en el congreso anual de la Asociación de economía para el desarrollo de la argentina (Aeda) que dirige Matías Kulfas, esta noche se coló el tema de la deuda que terminó cruzando las charlas de Miguel Bein, Kulfas y Arlía, mientras que el cuarto panelista, el titular de la UIA José Ignacio de Mendiguren, prefirió desarrollar un largo y divertido alegato contra la convertibilidad.
Bein abrió el juego señalando que ante el creciente déficit de la cuenta corriente una de las opciones que tenía a mano el gobierno era volver a tomar deuda en los mercados internacionales, y subrayó que no es razonable financiar obras públicas de largo plazo y gran envergadura con los ingresos de caja. “Un empresario me decía que sólo en la Facultad se pagan todas las deudas, que ellos pagan una parte, renegocian otra y otro poquito lo licúa la inflación, bueno, Kirchner hizo todo eso”, agregó Bein al señalar que la reducción notable de la deuda en relación al PBI que logró el ex presidente, fue a su criterio una de sus políticas más dignas de elogio.
Sin embargo, para Bein la creciente debilidad e los famosos superávits gemelos, lejos de ser un motivo de alarma, acaso estén indicando que es el momento de plantearse un regreso a los mercados internacionales.
Esta postura fue enfáticamente respaldada por el carismático Arlía, que acaso jugando con su condición de peronista bonaerense se definió como “más rústico” que sus antecesores en la exposición que le tocó cerrar.
Arlía también puso el acento en la necesidad de preservar el superávit –una preocupación que viene marcando el congreso de Aeda desde su comienzo-; y la relacionó con la posibilidad de tomar deuda, aclarando que esta vez “no sería para cubrir gastos corrientes, sino para desarrollar proyectos productivos”, una promesa en la que cayeron la mayoría de los ministros de la historia argentina.
El ministro de Scioli opinó que la etapa que se abre en el oficialismo, en lo que se descuenta será un segundo mandato de Cristina Kirchner, “va a demandar una mayor integración a nivel internacional, con más inversión directa extranjera y tomando deuda de manera selectiva, como hace Brasil”.
Pero se cuidó de aclarar que “esto para nada significa ir contra la estrategia de desendeudamiento”.
Kulfas por su parte enarboló la bandera más pura de la heterodoxia y criticó fuertemente los modelos financieros. “Yo creo que si hay que tomar deuda tiene que ser en dosis muy moderadas, el endeudamiento fue desastroso para el país y lo mejor de Kirchner fue su política de desendeudamiento”, afirmó el líder de Aeda.
Además, Kulfas también fue muy reacio a fomentar la inversión directa extranjera. Señaló que si una de las supuestas debilidades de la economía argentina es su dependencia de la soja con el riesgo de la enfermedad holandesa, “no deberíamos fomentar más inversión extranjera en recursos naturales, sino regularla y dosificarla desde el Estado”, hacia actividades industriales.
“Lograr que parte de las utilidades de las transnacionales se reinvierta en el aparato productivo es un capítulo de la política industrial”, afirmó.
Así hizo un repaso de la historia económica reciente de la industria argentina y defendió la sustitución de importaciones y el impulso estatal. “De las 30 principales empresas industriales argentinas, 17 surgieron gracias al apoyo del Estado”, subrayó, y puso como ejemplo a Siderar (antes Somisa) y Aluar.
Déficit y ajuste
“No estamos ni por cerca de una crisis, porque sobran los instrumentos para corregir lo que hay que corregir”, afirmó Arlía, en un implícito reconocimiento que se viene dando en anteriores expositores: el modelo acumula inconsistencias que ya no pueden seguir ignorándose.
Pero al igual que la mayoría de sus colegas, rechazó que una de las vías para robustecer los superávits sea en ajuste del gasto. “La Argentina tiene un gasto en relación al PBI similar al de Brasil y otros países de la región”, afirmó el ministro de Economía bonaerense.
Pro subrayó que “tenemos que mantener el superávit, es el corazón del modelo y la base de la independencia política”, enfatizó acaso uno de los funcionarios que más crudamente viven este drama, por la crónica dependencia de las arcas bonaerenses de los auxilios del tesoro nacional.
Mientras que Kulfas propuso profundizar la política de sustitución de importaciones “con las medidas que Argentina viene aplicando, incluso menos que otros países”. Pidió concentrarse en “mejorar la balanza comercial”, y no dedicarse a gestionar “la cuenta capital, mirando los mercados y el riesgo país, que ya sabemos que fue y es pernicioso”.
nota original
“Ninguna familia, empresa o Estado puede desarrollarse sin endeudarse”, afirmó suelto de cuerpo el ministro de Economía bonaerense, Alejandro Arlía, ante el público que esta noche desbordaba el impecable salón de actos de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.
Es que en el congreso anual de la Asociación de economía para el desarrollo de la argentina (Aeda) que dirige Matías Kulfas, esta noche se coló el tema de la deuda que terminó cruzando las charlas de Miguel Bein, Kulfas y Arlía, mientras que el cuarto panelista, el titular de la UIA José Ignacio de Mendiguren, prefirió desarrollar un largo y divertido alegato contra la convertibilidad.
Bein abrió el juego señalando que ante el creciente déficit de la cuenta corriente una de las opciones que tenía a mano el gobierno era volver a tomar deuda en los mercados internacionales, y subrayó que no es razonable financiar obras públicas de largo plazo y gran envergadura con los ingresos de caja. “Un empresario me decía que sólo en la Facultad se pagan todas las deudas, que ellos pagan una parte, renegocian otra y otro poquito lo licúa la inflación, bueno, Kirchner hizo todo eso”, agregó Bein al señalar que la reducción notable de la deuda en relación al PBI que logró el ex presidente, fue a su criterio una de sus políticas más dignas de elogio.
Sin embargo, para Bein la creciente debilidad e los famosos superávits gemelos, lejos de ser un motivo de alarma, acaso estén indicando que es el momento de plantearse un regreso a los mercados internacionales.
Esta postura fue enfáticamente respaldada por el carismático Arlía, que acaso jugando con su condición de peronista bonaerense se definió como “más rústico” que sus antecesores en la exposición que le tocó cerrar.
Arlía también puso el acento en la necesidad de preservar el superávit –una preocupación que viene marcando el congreso de Aeda desde su comienzo-; y la relacionó con la posibilidad de tomar deuda, aclarando que esta vez “no sería para cubrir gastos corrientes, sino para desarrollar proyectos productivos”, una promesa en la que cayeron la mayoría de los ministros de la historia argentina.
El ministro de Scioli opinó que la etapa que se abre en el oficialismo, en lo que se descuenta será un segundo mandato de Cristina Kirchner, “va a demandar una mayor integración a nivel internacional, con más inversión directa extranjera y tomando deuda de manera selectiva, como hace Brasil”.
Pero se cuidó de aclarar que “esto para nada significa ir contra la estrategia de desendeudamiento”.
Kulfas por su parte enarboló la bandera más pura de la heterodoxia y criticó fuertemente los modelos financieros. “Yo creo que si hay que tomar deuda tiene que ser en dosis muy moderadas, el endeudamiento fue desastroso para el país y lo mejor de Kirchner fue su política de desendeudamiento”, afirmó el líder de Aeda.
Además, Kulfas también fue muy reacio a fomentar la inversión directa extranjera. Señaló que si una de las supuestas debilidades de la economía argentina es su dependencia de la soja con el riesgo de la enfermedad holandesa, “no deberíamos fomentar más inversión extranjera en recursos naturales, sino regularla y dosificarla desde el Estado”, hacia actividades industriales.
“Lograr que parte de las utilidades de las transnacionales se reinvierta en el aparato productivo es un capítulo de la política industrial”, afirmó.
Así hizo un repaso de la historia económica reciente de la industria argentina y defendió la sustitución de importaciones y el impulso estatal. “De las 30 principales empresas industriales argentinas, 17 surgieron gracias al apoyo del Estado”, subrayó, y puso como ejemplo a Siderar (antes Somisa) y Aluar.
Déficit y ajuste
“No estamos ni por cerca de una crisis, porque sobran los instrumentos para corregir lo que hay que corregir”, afirmó Arlía, en un implícito reconocimiento que se viene dando en anteriores expositores: el modelo acumula inconsistencias que ya no pueden seguir ignorándose.
Pero al igual que la mayoría de sus colegas, rechazó que una de las vías para robustecer los superávits sea en ajuste del gasto. “La Argentina tiene un gasto en relación al PBI similar al de Brasil y otros países de la región”, afirmó el ministro de Economía bonaerense.
Pro subrayó que “tenemos que mantener el superávit, es el corazón del modelo y la base de la independencia política”, enfatizó acaso uno de los funcionarios que más crudamente viven este drama, por la crónica dependencia de las arcas bonaerenses de los auxilios del tesoro nacional.
Mientras que Kulfas propuso profundizar la política de sustitución de importaciones “con las medidas que Argentina viene aplicando, incluso menos que otros países”. Pidió concentrarse en “mejorar la balanza comercial”, y no dedicarse a gestionar “la cuenta capital, mirando los mercados y el riesgo país, que ya sabemos que fue y es pernicioso”.
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